Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
.
De:
ARMANDO ROMERO ( 1 )
Fecha: Cincinnati, USA, 25 de
abril de 2017, 15:57
Asunto: Agradecimientos.
Homenaje a Jorge Isaacs. Mi texto “Jorge Isaacs y el Nadaísmo, ¿frente a diente?”,
del 2005 (Simposio en Cali)
Queridos
amigos de NTC …,
mil gracias por hacer visibles mis cuentos
(“Así en la lengua como en la pluma”, 2017) y mi
novela (Cajambre) a los ojos de
nuestros amigos allá y acá.
Quisiera ahora unirme al homenaje a Jorge Isaacs – en el cual Ustedes
participan y difunden con lujo de detalles- enviándoles el texto “Jorge
Isaacs y el Nadaísmo, ¿frente a diente?”
que escribí para el Simposio
sobre él allí en Cali en el 2005, el cual poco se conoce. Ha sido una buena
búsqueda encontrarlo entre la maraña de mis archivos, pero apareció por fin.
Creo que este trabajo es actual
y contribuye a aclarar, para el lector colombiano en especial, la posición del nadaísmo frente a Isaacs.
Allí se puede ver el debate con Eduardo Carranza y su desafío a los nadaístas,
y así comprobar que esta gresca literaria era producto de los
"irrespetos" necesarios que el nadaísmo hacía al establishment cultural del
país.
Obviamente que no se trataba de
una competencia literaria, ya que no estaba en el plan de los nadaístas
escribir una novela mejor que María, sino celebrar el advenimiento
de una relación amorosa y sexual en la pareja, acorde con los nuevos vientos
literarios y artísticos. Siempre se olvida, entre nuestros críticos, que el
nadaísmo no fue ni es un movimiento
literario sino vital, existencial. La carrera de caballos del nadaísmo no
iba hacia la literatura sino hacia la vida. Esa carrera literaria es tal vez la
preocupación de los muchachos de hoy en día, la cual lastimosamente busca
terminar en los premios editoriales.
Va mi abrazo para ustedes desde
los meandros del Ohio,
--
Pero más allá de estos componentes sociales que
establecen las diferencias, los puntos de choque entre Isaacs y el nadaísmo, está la presencia del lenguaje, ya que “uno
de los grandes problemas en la historia de Colombia había sido la imposición al
pueblo, por parte de sus gobernantes y educadores, de un idioma español pulcro
y correcto como modelo de identificación cultural y social”. (Cita de mi
trabajo “La poesía colombiana o la búsqueda de un español otro”). La necesidad
de los nadaístas de romper con esta cédula de ciudadanía idiomática los llevó
también a intentar romper, a su manera, con “el tradicional acento idiomático
del español”, para decirlo a la manera de Tomás Navarro Tomás, el cual venía de
generación en generación desde la colonia. Esta abrupta ruptura con la
tradición, que vista desde el ángulo de la cultura podría ser un
empobrecimiento, era absolutamente necesaria en un país que sólo había
aprendido a reflexionar por la violencia. Los nadaístas, que recibían un Isaacs transformado por la academia y
los dirigentes intelectuales del país, como señala Gonzalo Arango, no podían
ver el poder dinámico de la palabra, y por ende, del lenguaje, en el trabajo
creativo de Isaacs. Es por esto, repito, que se les escapaba la actualidad de María,
que visualizaba Borges.
Luego de haber tomado estas notas anteriores en el
café Sitwells de la calle Ludlow, en
Cincinnati, decidí venirme de secreto unos días antes a Cali, e invitar a
algunos de los poetas nadaístas a dialogar sobre Isaacs, prometiéndoles que no le iba a contar a nadie lo que
dijeran, lo cual los tuvo sin cuidado, por supuesto. No fue una charla fácil
porque mientras Jaime Jaramillo Escobar miraba ansiosamente la hora, no fuera
que lo dejara el bus que lo llevaría a una piscina cerca de Cañasgordas,
Eduardo Escobar enviaba su columna habitual a El Tiempo vía correo electrónico.
Por otro lado, Jotamario trataba de poner un escocés en su vaso, sin mucho
acierto porque sus ojos estaban al otro lado de la calle donde una falda de
mujer daba golpazos contra la luz, y Elmo Valencia estrenaba de nuevo su
poderosa risa diciendo una y otra vez:
http://ntcjorgeisaacsmaria.blogspot.com.co/2017/04/2017-jorge-issacs-180-y-122-anos-maria.html
http://ntcjorgeisaacsmaria.blogspot.com.co/2017/03/2017-ano-jorge-isaacs-150-anos-de-maria.html
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2007. MEMORIAS. Primer Simposio Internacional Jorge Isaacs. Universidad del Valle. Edición impresa. Editor Darío Henao Restrepo.
La SEGUNDA EDICIÓN de este libro se anuncia para Octubre de 2017, en el marco del nuevo SIMPOSIO JORGE ISAACS a reliazar por la Universidad del Valle.
Fuente: La Palabra, Mayo 2017. Pag. 3:
http://ntc-periodismo.blogspot.com.co/2017/04/la-palabra-ano-26-no-281-santiago-de.html
Jorge Isaacs y
el Nadaísmo, ¿frente a diente?*
Por: Armando Romero
Texto presentado
y leído por su autor en el
Primer Simposio
Internacional JORGE ISAACS, Cali, 2005,
Y publicado en el
libro “Memorias del Simposio”, 2007
NTC … agradece al autor el aporte y la autorización
para publicarlo en
el marco del
Las
relaciones del nadaísmo con la literatura colombiana, con su establecimiento
literario, cultural y político no fueron siempre muy afortunadas, para decir lo
menos. Ya desde el inicio del nadaísmo, Gonzalo Arango lanza como presentación
y ataque el “Mensaje nadaísta anti-académico”, que así comienza:
Señores parásitos de la academia:
¿Quieren saber quiénes somos los nadaístas? Somos santos un poco extraños que
por boca de hombres profetizan la Oscuridad Nueva. Somos también los chancros
de la belleza literaria. Somos además los atorrantes profetas de una barbarie
alucinada.
Para decir luego al referirse a los académicos:
Queridos viejos reumáticos:
Ustedes existen ¿y qué? A nadie le
importa (…) Es triste contemplar el ridículo alboroto de sus existencias en
torno a lo que ustedes son: una manada de vejetes con peluca, caspa, dientes
postizos, vicios solitarios y paraguas con capacidad ecuménica de ensombrecer
el sol cuando sacan el perro a mear en el parque.
Ustedes se han pasado la vida
parpadeando ante los libros para acabar en un oscuro prostatismo y ser los
policías del orden público idiomático. ¿No les duelen mucho las nalgas de estar
sentados en esos viejos bancos discutiendo si “Güevonada”
se escribe con B ebria o teologal? ¿Por qué desprecian así la vida? ¿Por
qué no se consiguen una amante y van a dorarse a las playas en lugar de agotar
su pobre energía en medio de elucubraciones calvas y dolor de hígado? Cómprense
unos zapatos de gamuza, una guayabera y una camisa-roja, y en vez de dormir al
lado de alguna acabada vieja menopáusica váyanse a bailar chachachá en los
horribles sótanos de la noche y emborrachen hasta el último gusano de su
aparato digestivo.
Más tarde se sucederían otros manifiestos contra los
intelectuales colombianos, entre ellos el célebre “Manifiesto contra los
escribanos católicos”, el cual causó una gran revuelta y repulsión en la clase
inteligente del país, así como el “Mensaje bisiesto a los intelectuales
colombianos”. Ácidamente crítica, la posición del nadaísmo no podía encajar de
ninguna manera con una novela como María. Tal vez por desconocimiento
de la difusa figura intelectual y de la obra de Jorge Isaacs. Así, cuando Isaacs salía de frente, los nadaístas
pelaban los dientes.
Años más tarde, Gonzalo Arango, en un mensaje contra
el poeta Julio Flórez, dice:
También
a la cultura nacional ha llegado la “Transformación”. Inspirados en Proust, sus
dirigentes han salido en busca del tiempo perdido, y lo han encontrado en las
tumbas de sus muertos. Julio Flórez,
Jorge Isaacs, esos plumíferos inmortales han sido desenterrados por sus
reverentes y serviles sepultureros. El aire de la literatura apesta con estas
excavaciones al pasado. Todo lo que han logrado demostrar es que sus muertos
están definitivamente podridos.
Julio Flórez
Gonzalo Arango
sabía bien que esta pelea contra el pasado era absurda, pero había que
pelearla. A Breton no se le hubiera ocurrido pelear contra Chateaubriand, sí
contra Anatole France, contra André Gide. Pero los nadaístas comprendían que
Colombia era el país de un tiempo detenido, el cual funcionaba al unísono con
el país de un tiempo en movimiento. Y los enfurecía que el tiempo detenido no
deparara sabiduría, reflexión, alta espiritualidad, y que el tiempo en
movimiento no conllevara progreso, cambio. Así,
la pelea era contra todos, no importa que trajera al ring a ancianos
venerables del siglo XIX como Caro, Suárez o Cuervo (los paladines de la odiada
academia) o a atletas formidables de pleno siglo XX, como Eduardo Carranza,
Jorge Zalamea o Gabriel García Márquez.
Por esta razón, el enfrentamiento con Jorge Isaacs, y su novela María, no tiene sentido si lo vemos con
los ojos de Borges o de Pedro Henríquez Ureña o de Alfonso Reyes, quienes
podían ir directamente a las fuentes de la tradición sin el entorpecimiento de
una historia nacional marcada por la violencia y la discriminación. Pero si lo
vemos con los ojos de los muchachos de provincia colombiana en las décadas del
50 y el 60, egresados de la más brutal escuela de violencia que país
latinoamericano haya conocido, entonces esta pelea se torna necesaria,
saludable, y estoy seguro que el mismo Jorge
Isaacs la hubiera entendido, sino aplaudido.
Revisemos ahora rápidamente algunas ideas antes de
seguir adelante. Como todo movimiento de cola romántica, el nadaísmo siempre
tenía que mordérsela. Así, su anti-programa poético no lo lleva a pensar como
Höelderlin (según nos cuenta Heidegger) que “la poesía es la más inocentes de
todas las ocupaciones”; por lo contrario, en sus primeras proclamas, Gonzalo Arango declara a los nadaístas como
“Geniales, locos y peligrosos”, de tal manera que la “inocencia” romántica da
paso a la “perversión” barroca, ya que el poeta nadaísta no está como mediador
de un referente de belleza sino como promotor de una figura auto referencial,
el poeta mismo, cuyo eje de belleza no giraba en la armonía sino en la ruptura
de todos los centros, todos los márgenes. Ahora bien, en lo que sí estaban de
acuerdo los nadaístas con las proposiciones visionarias de Höelderlin, era que
“el lenguaje es el más peligroso de todos los bienes”. Las palabras se
convirtieron en armas blancas, negras, sucias, de juego y de fuego: “La policía
de Manizales”, un poema de Jotamario, era una “bala – da”.
Lo primero que cae es la virginidad de María,
por supuesto. Había que violar al icono nacional, romper en pedazos el discurso
social, cultural y político del país que ella encarnaba. Esa virginidad
defendida a calzón quitado por don Luis Carlos Velasco Madriñán y por don Mario
Carvajal, representantes en Cali del pensamiento más conservador y retrógrado,
a ojos de los nadaístas. Jorge Isaacs,
y su novela “María”, me recordaba con acierto Darío Henao, mientras dejábamos
atrás las yerbas azules de Kentucky, habían pasado a ser posesión de la clase
dirigente local caleña, y por extensión, de la colombiana. Interesante caso el
de Isaacs, que no sólo pierde sus tierras frente a los terratenientes, las
cuales nunca podrá rescatar en esa búsqueda del paraíso perdido en que se
convierte su vida, sino que también su obra pasará a ser patrimonio de ese
mismo grupo social. “¡Extraños habitan hoy la casa de mis padres!”, recordemos
que exclama con dolor en María.
La idea nadaísta de poner el busto de Brigitte Bardot
en reemplazo de la estatua en el Parque
de Efraín y María en Cali, puede hoy parecernos infantil, pero en la Cali
de ese entonces despertó muchos odios como buenas risas.
Los más conspicuos
críticos del nadaísmo, los amigos de la izquierda, recuerdo que señalaban con
desdén que hasta en sus modelos eróticos los nadaístas eran afrancesados,
extranjerizantes. No sabían probablemente, estos buenos hijos de las
circunstancias, que María, el modelo de la prometida virgen nacional, era judía, de
padres ingleses, nacida en el Caribe. Pero por otro lado tenían razón, ya que
el surrealismo, el existencialismo, la Piaff, el Sartre y la Beauvoir, hacían
de las suyas en las bibliotecas y charlas nadaístas.
Resumiendo, podíamos señalar que el ataque a Isaacs y María de los nadaístas iba contra los patrones de conducta sexual y erótica del siglo XIX, contra el
núcleo familiar, la educación religiosa, perpetuados por las instituciones
nacionales en pleno siglo XX, y contra las estructuras esclavistas,
paternalistas, que tenía la alta clase social colombiana, y que bien se
reflejaban en la novela. No era posible para el nadaísmo tener otra lectura de María, lectura donde se proyectara
históricamente el alto erotismo de la prosa de Isaacs, sus descripciones de
preludio nabokoviano, su visión de una clase marcada por el criollismo y la
presencia del inmigrante europeo, donde el componente religioso juega un papel
importante. Es decir, que no correspondía al nadaísmo establecer un diálogo
constructivo con una figura como Isaacs,
substraerlo de la maquinaria política que lo había convertido en uno más contra
la mayoría de los colombianos, aquellos que día a día tenían que soportar el
castigo de una violencia heredada desde la fundación de la patria.
-¿A quién se le ocurre hablar de Isaacs, si ya María
tomó jugo de Borojó?
-Poetas hermanos –les dije-, ¿qué tal si me dicen cómo
los agarró por primera vez este don Jorge y su novela?
-En mi casa –dijo Jaime Jaramillo rápidamente-. Mi
padre era maestro de escuela. Había una biblioteca. Mi madre y sus amigas se
reunían para leer novelas ciertos días, en la tarde. En esa época María era muy popular.
Eduardo Escobar, dirigiéndose a Jaime, dijo:
-Yo no sé si mi madre leyó alguna vez María, esa novela lacrimógena y alabada.
O los poemas de Epifanio Mejía y Rubén Darío, cuyos versos se escapaban entre
sus suspiros mientras oficiaba en los menesteres de la casta casa. Como haya
sido, María, y claro, su sombra, el joven Efraín, o mejor dicho sus
prestigiosos, pálidos, malolientes fantasmas, venían a la charla de la familia
por variados caminos. Cuando un par de sobrinos meloseaban bajo una madreselva
resultaban semejantes a Efraín y María.
Jotamario, quien ya había logrado servirse bien su
escocés, colocó una silla junto a la ventana que daba a la calle, para no
perder su punto de mira, y sonriendo dijo:
-Tendría 16 años cuando el profesor Varela, que era
hincha mío, me detuvo en uno de los corredores del Santa Librada College, y me
dijo que me tenía un regalo. Sacó de una bolsa y me alargó una edición de María.
Yo me sentí ofendido, mareado, menoscabado. Acababa de participar a ladrillazo
limpio en la caída del dictador y me había tocado ser testigo presencial de un
ajusticiamiento de “pájaro”; un mes atrás había perdido –por dos pesos, con
derecho a penetrar con la bicicleta- la rugosa virginidad en la zona de
tolerancia; y por si fuera poco acababa de leer Madame Bovary, Moll Flanders y
Fanny Hill.
“Profesor, no me regale guevonadas –le dije-¿no ve que
he decidido ser un escritor de vanguardia? Más bien présteme todo lo que tenga
de Nietzsche, y si tiene algo de Bataille… El profesor Varela enrojeció de pies
a cabeza, un ribete de espuma afloró a su boca, me miró como si fuera un
cadáver de anfiteatro y me espetó estas palabras: “Arbeláez, en algún momento
creí en usted. Tuve la sospecha de haberle inculcado una chispa de
sensibilidad. Pero por la forma como se ha referido a la obra sublime de Isaacs, deduzco que usted siempre será
un pelmazo. Estoy seguro de que, con todas sus ínfulas modernistas, nunca
escribirá una línea que la supere…”
“Mi mala suerte literaria obedece, pues, a la
maldición de mi profesor de literatura. –concluyó Jotamario.
Una carcajada general sacudió la sala, mientras el
Monje Loco decía, entre carcajadas:
-María tomó jugo de Borojó, eso es lo que cuenta.
El poeta Jaime Jaramillo, antiguamente X-504, seguía
mirando inquieto su reloj. Le pregunté lo primero que se me vino a la cabeza.
-Poeta, supongo que fue María la primera obra de Isaacs que conociste…
-Tanto la novela como los poemas (entonces se decía
poesías) se leían mucho -contestó el poeta-. Poemas de Isaacs estaban siempre
en los textos de estudio. La lectura de María
a los quince años era conmovedora. Para Manuel Mejía Vallejo, al final de su
vida, seguía siendo igualmente emotiva.
Eduardo, que parecía mantener un diálogo con el poeta
Jaime, dijo:
-En el colegio, no recuerdo haber oído mencionar a María.
Ni a su caro Efraín. Ni a su desdichado creador. Tal vez por la razón pura
heredada de la Contrarreforma. Es decir, porque en lo poco que me presté a la
educación convencional lo hice en instituciones dirigidas por curas, escolapios españoles, maristas de Italia,
misioneros javerianos de los conservadores pueblos antioqueños, y terciarios
capuchinos de todas partes, en las cuales la mujer era la seductora, la ministra venenosa del demonio armada de tetas
en contra del orden de nuestros mundos masculinos. El pecado. Y el mal.
“Como me ocurriría con el Quijote me puse tarde en la
tarea de leer María.
“No me avergüenza confesarlo. Durante los años felices
de las tertulias de nuestro primer nadaísmo, ustedes recuerdan, gastadas y
desgastadas en larguísimas divagaciones literarias de todos mis amigos, sobrios
y borrachos, no comprendía que mis nuevos, hirsutos camaradas, se refirieran con semejante
vehemencia al Quijote como si fuera un libro magnífico, y a María,
para demeritarla como una enfermiza expresión del debilitamiento del
romanticismo en América.
“La incomprensión acabó por convertirse en curiosidad.
“Ya debía tener por lo menos veinticinco años, y un
hijo –siguió Eduardo-, el mes cuando vine a leer el Quijote. Y María, cuyo recuerdo se ha desvanecido
del todo en mi conciencia. Tan solo queda un olor de libro viejo mezclado con
el aroma de unas montañas en mí, el rasgo de un esclavo en el barro de un
camino entre breñas, un huerto, y un
pajarraco de mal agüero que se desplaza en una página con un doblez en el
ángulo superior derecho. Y el señorito Efraín. Y su sombra. Y las trenzas de
María, convertidas en una falsa memoria que ni me estorbó jamás, ni visito ya,
ahora.
-El poeta está inspirado, dijo el Monje Loco, pero
para mí, lo único que cuenta es que María tomo jugo de Borojó.
-Por esos días del 59 –intervino Jotamario- llegó el
nadaísmo a Cali; establecimos el grupo
con un sentido del humor bastante diferente del de Medellín, y Gonzalo me
encargó el nada penoso deber de dar a conocer nuestra genialidad mediante el
escándalo, El mito de la comarca “estaba pagando”. Traté de leer la novela de
Isaacs para atacarla con más saña, pero el libro no se dejó. Mi mente estaba
pervertida por la Nana, de Zola. María no era sólo el novelón romántico
que todo el mundo respetaba sin haber leído, sino también un parque y un
monumento “casi en los patios de un cuartel”. Con el apoyo redaccional de Pedro
León Arboleda, Alfredo Sánchez y Diego León Giraldo, el Monje y yo facturamos
un manifiesto tórrido al alcalde de la ciudad, que apareció al otro día en la
primera página de El Espectador,
donde hacíamos perentoria exigencia de que se retirara el monumento a María
–bajo el riesgo de ser dinamitado- y fuera reemplazado por el busto de Brigitte
Bardot. En el comentario de El Tiempo
del día siguiente, lo único que se nos criticaba era nuestro mal gusto, pues
según el editorialista –tal vez Eduardo Mendoza Varela-, el busto por que el
deberíamos haber exigido recambio era el de Marilyn Monroe.
-¿Y qué tal la quema de María y de otros libros aquí en Cali? –les pregunté a todos
mientras prendía un cigarrillo.
-No participé en esa quema de libros porque trabajaba
–dijo Jaime, perfilando ya su sonrisa de pícara maldad, y continuó-: Nunca he
sido vago. Los escándalos del Nadaísmo tenían un propósito publicitario. No
quemo libros inútiles porque la ceniza es peor. Los arrojo en silencio a la
basura.
-¿Y tú, Eduardo, estuviste en la quema de libros en
Medellín también?
-No. Sin embargo, gonzaloarango me diría más tarde que
en la plazuela antioqueña de San Ignacio no se habían quemado libros, tan sólo
revistas viejas, Selecciones del Readers Digest, almanaques Bristol caducados,
catecismo de Astete, la basura que los nadaístas tenían en sus casas de los
tiempos del bachillerato, textos pasados de moda, para llamar la atención de
los medios que permanecían mudos como paredes e indiferentes como piedras,
antes los manifiestos procaces y lapidarios que emitíamos con regularidad de
maníacos. Pero aquí en Cali, sí estuve
de cuerpo presente, aquella mañana luminosa. Y me parece acordarme entre las
brumas del olvido que se traga todo, que se trató más bien de un ahorcamiento
de ediciones de María en los árboles
del parque del mismo nombre que dedicó Cali a la heroína principal del deplorable romanticismo
colombiano.
-La cosa fue así –dijo Jotamario con su memoria
borgiana y su escocés a raya-. Gonzalo Arango tuvo la peregrina idea de
convocar, durante uno de esos Festivales de Arte que se inventaba Fanny Mikey,
la Exposición Nacional del Libro Inútil, en el parque de la María. Ser enemigos
de esa obra nos daba buenos dividendos. Nos permitía elaborar bromas apaches a
la virginidad, a la castidad, a la enfermedad, al romanticismo y al pájaro
negro dentro del paisaje bucólico. Todos los poetas de la parroquia y de la
nación –que lo mismo era- fungían de defensores a muerte de la historia de
Jorge Isaacs. La juventud en cambio comenzaba a deshipotecarse de semejante
influencia. Todo el mundo llegó al parque con carretadas de libros,
especialmente sus propios autores. Otros llevaron los libros de sus enemigos.
Algunos escritores del cartel mariano, escondidos tras los árboles, como
Velasco Madriñán, autor de El Caballero
de las lágrimas, mandaban espías a averiguar si alguna de sus obras había
sido “colgada”. Cuando les llegaba la noticia de que sí, salían de sus
escondites y se sumaban al jolgorio. Con los libros de Gonzalo Arango hacían
los pájaros nidos. Pero el libro que barría por su reiterada presencia era María, colgado por los estudiantes
condenados a leerlo. En medio del éxtasis,
algunos chistosos quemaron sobre las cabezas de Efraín y María
ejemplares de El Tiempo y El Espectador. Y nosotros, que siempre
gozamos de buena prensa, nos vimos condenados al ostracismo. Esa noche hice un
nuevo intento por leer María.
Imposible. Tenía la mente llena con Justine
y Juliette, del marqués de Sade.
-Para qué hablan tanto de María –dijo el Monje Loco, protestando- si lo que ella tomó fue
jugo de Borojó.
-Poeta Jaime, ¿fuiste alguna vez por la hacienda El
Paraíso, cuando vivías acá en Cali?
-En alguna ocasión fui a conocer la casa de Efraín y
María. Los visitantes de entonces eran serios. Los actuales, irrespetuosos y
sucios turistas quedan descritos gráficamente en un ensayo de Hernán Toro, con
sus regueros de envases plásticos, latas y papeles.
-¿Y qué tal tú, Eduardo?
-Jamás fui al Paraíso. Entre otras cosas, por estar
entregado a mi Cuarteto de Alejandría,
en la Posada del Viajero: ni siquiera se me pasó por la cabeza. Recuerdo
que preferíamos Juanchito. Y sobre todo, carezco en absoluto de esa clase de
estupidez turística que lleva a algunos a visitar las casas y las cosas de los
sordos famosos, los criminales reputados, los pintores zurdos y los escritores
gloriosos. Mi único fetichismo consiste... pero no es necesario proclamar aquí
mis queridas inclinaciones olfativas.
-Recuerdo que luego de la quema en el Parque la María
–dijo Jotamario-, el contragolpe no se hizo esperar a través de la palabra
cascada y sacrosanta del poeta de “Piedra y Cielo” y de “Teresa, en cuyo culo
el cielo empieza”, abanderado de las causas que tuvieran que ver con el idioma
de Castilla y con la poesía prístina. Aunque poco dado al panfleto, Eduardo
Carranza se dejó venir con una catilinaria… Y con inspirado acento en la á,
exclamó ante las autoridades civiles, eclesiásticas y militares: “¡Ah!, yo
desafío a los escritores nadaístas, y les doy 30 años de plazo a partir de hoy,
a que escriban una obra mejor que María,
o si no que se callen para siempre.”
“Al otro día los periódicos titulaban a igual número
de columnas: “Nadaísta Jotamario acepta el reto de Carranza, pero a muerte” y
subtitulaban: “Que él escoja las armas, yo escojo el sitio: hacienda El
Paraíso, 12 p.m. Domingo de Resurrección.” Con Pablus Gallinazo, mi padrino,
tomé clases de florete. Con el mayor Camargo, tiro al pentágono. El domingo por
la noche estaba con toda la claque en la hacienda. Pardo Llada hasta me había
mandado fotógrafo. Esperamos hasta las cinco de la mañana y en vista de que el
retador retado no apareció, el doctor Quintero procedió a declarar a Carranza
“técnicamente muerto”, y como no hubo cadáver que lamentar ni que levantar,
procedimos a bañarnos en bola en el
mismo sitio donde lo hacía María en levantadora.
-Ese es el mismo sitio donde María tomó jugo de Borojó
–dijo el Monje Loco.
La tarde se estaba haciendo cada vez más vallecaucana,
y yo ya veía que el poeta Jaime
presentía que se nos venía encima el “sol de los venados”, lo cual indicaba que
la hora para ir a nadar a Cañasgordas estaba pasando. Miraba su reloj, pero yo
insistí:
-¿Y en esos años de las décadas del 60 y el 70 cuando
tanto se hablaba de Isaacs, de su obra en especial, recuerdan qué pensaba
Amilcar Osorio de María?
-Después de las primeras manifestaciones públicas no
se habló más de Isaacs o de María -dijo Jaime-. Las inclinaciones académicas de Amílcar no
encontraban eco en sus rebeldes compañeros. En cuanto a mí, durante la pataleta
del Nadaísmo no volví sobre Isaacs. Pero hoy, más que su obra literaria,
resulta admirable el hombre que fue. La razón por la cual no estudiamos
historia es para no sentirnos disminuidos por esos titanes que nos precedieron,
ante los cuales quedamos como ratas cibernéticas.
-En lo
que a mí respecta -terció Eduardo-, No sé a estas alturas de la vida si los
nadaístas creían en todo lo que despotricaban de María, en las charlas y en los comunicados. En todo caso, estábamos
en nuestro derecho, por higiene, y en ejercicio de nuestra libertad
irresponsable, de leer otros libros de amor más complejos y álgidos. Como el
sagrado mamotreto de Proust, o como el lírico Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, la novela del amor del
siglo veinte. Y claro, a Lolita, de
Nabokov, que es un libro tan tierno, sin caer en el desmayo de María, y a la vez tan saludable, en el
cual, lo mejor no es la sensualidad que palpita en cada página, si no la
capacidad del narrador para burlarse de sí mismo, de su historia, y su visión irónica del mundo y de las
pasiones.
De
pronto Jotamario se levantó intempestivamente de su asiento y dijo que había
visto unas trenzas que le recordaban a María columpiándose por la calle, y que
ya nos veríamos más tarde, en el bar de Efraín.
Jaime,
apresurado, no me dejó hacer ninguna pregunta esta vez, y dijo:
-Mi apreciación de María y de don Jorge Isaacs
se ha revaluado con los años, y eso me parece normal. He sido siempre
aficionado a la historia, y desde ese punto de vista no se niega la importancia
de una obra que perdura más allá del siglo y suscita el interés de académicos
como tú. Además, hay otra cosa: fuera de Antioquia, la tierra que más aman los
antioqueños, aunque sea para comprarla, es el Valle del Cauca. Siempre ha sido
así, a pesar de conflictos políticos y de la atracción de Bogotá. Emigrar al
Valle y quererlo con pasión ha sido obligado. Sintiéndome también valluno, como
debe ser, no puedo desentenderme de su literatura y de sus tradiciones. He
releído María varias veces, por diferentes motivos. Sin duda conserva
gran importancia histórica, lo cual es propio de la mejor literatura en cada
época. Sucede lo mismo con Eustaquio Palacios e Isaías Gamboa. Hoy nos parecen
ingenuos, ¿pero qué dirían ellos de nuestra perversidad?
Y Eduardo, no muy de acuerdo con lo que decía el poeta
Jaime, dijo:
-Quizás volveremos a leer María, en algún ocio muerto. Quién sabe. A medida que los lectores
envejecemos nos coge la urgencia de leer un montón de cosas en la Babel de la
cultura literaria de la humanidad, que nos hacen relegar otras. Y la verdad, el
romanticismo latinoamericano goza de suficiente mala fama para emplear nuestro
tiempo y nuestros ojos, en otras cosas, cuando quedan vírgenes tantos griegos,
tantos secretos novelistas bizantinos, tantos escritores escandinavos, tantos
libros extraños esperándonos en los anaqueles de nuestra loca escritura humana.
El poeta
Jaime ya se había resignado a perder el autobús.
-La
permanencia de María acredita su importancia –dijo-. Sus ediciones han
sido numerosas, como pude apreciarlo en la después saqueada biblioteca del
doctor Eduardo Mendoza Varela, quien poseía una gran colección de ediciones de María.
Solamente en México, según comenta Manuel Mejía Vallejo, se hicieron más de
doscientas ediciones diferentes, de 12.500 ejemplares la de la serie Crisol, de
Aguilar. A pesar del prestigio de María, la crítica no ha sido muy
perspicaz. Con razón dice Umberto Valverde que María ha sido llorada,
mas no leída. Quien sólo percibe lo anecdótico, apunta Mejía Vallejo, está
negado para la literatura. Si fue leída con entusiasmo durante cien años en el
continente, ¿qué más certificado quieres?
El Monje
Loco se había quedado dormido completamente, y en sus sueños repetía, sin
cesar:
-María
tomó jugo de Borojó, María tomó jugo de Borojó.
Y en ese momento, Jotamario asomó la cabeza por una de
las ventanas y dijo:
-No se
preocupen más por María, poetas, que
no vale la pena ningún libro que se pueda leer con las manos quietas.
*El presente
trabajo fue elaborado a partir de entrevistas y textos originales de los poetas
nadaístas incluidos.
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NTC … agradece al
autor el aporte y la autorización
para publicarlo en el marco del
http://ntcjorgeisaacsmaria.blogspot.com.co/2017/03/2017-ano-jorge-isaacs-150-anos-de-maria.html
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2007. MEMORIAS. Primer Simposio Internacional Jorge Isaacs. Universidad del Valle. Edición impresa. Editor Darío Henao Restrepo.
La SEGUNDA EDICIÓN de este libro se anuncia para Octubre de 2017, en el marco del nuevo SIMPOSIO JORGE ISAACS a reliazar por la Universidad del Valle.
Fuente: La Palabra, Mayo 2017. Pag. 3:
http://ntc-periodismo.blogspot.com.co/2017/04/la-palabra-ano-26-no-281-santiago-de.html
Como en la primera, en esta segunda edición se incluirá el texto de
ARMANDO ROMERO que aquí publicamos.
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ARMANDO ROMERO que aquí publicamos.
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Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
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